Es largo ya, el periodo que nos ha venido ocupando en gran parte de nuestro desarrollo diario el
impacto de la “cosa catalana”, tanto es así, que el hartazgo, más que justificado, comienza a brotar
desde lo mas profundo. La percepción de que una pseudo-batalla, con tintes guerra-civilistas basada en
la especulación sensacionalista, sin el más mínimo atisbo de cordura, es más que un argumento de peso
para que el hastío llegue al más común de los paisanos.
Paisanos de norte y sur, de este y oeste de nuestra España, perviviendo en una jungla democrática y de
derecho o de condicionantes sociales, donde pervive una norma suprema de 1978 -en voz de algún zote
constitucionalista “la norma garante de nuestras inalienables libertades individuales y nuestros también
inalienables derechos civiles”- eso sí, con miles de incumplimientos y ataques desde el día de su
proclamación.
Como arquetipo de ello, en tiempos de la más tierna infancia de nuestra norma suprema, no tenemos
más que recordar los dictados en materia normativa en relación a la promulgación del primitivo
estatuto de autonomía de Andalucía y al modo de “fabricar” un resultado beneficioso a los ojos del
Estado; si, hablo de las disposiciones, todavía vigentes LO 12/1980 y LO 13/1980, disposiciones en las
que se suprimía de manera subversiva la soberanía popular en su más alto exponente, como lo es la
celebración de un referéndum con resultado adverso para la parte convocante. Expresado en ingenuos
conceptos, el propio estado de derecho vulneraba un principio rector y una norma que se había dado
para sí mismo.
Costumbre esta, la del incumplimiento y descortesía hacia norma, que nos ha llevado hasta hoy, que
emana de todos los institutos políticos del territorio nacional, desde el más alto al más bajo, pero
siempre en detrimento y perjuicio del Españolito de a pie.
¿Donde está el límite en nuestro sistema de derecho ante el incumplimiento por parte de las
instituciones? ¿Es ilimitado? Un sistema de derecho no es más que un sistema condicionante social, es
trascendental identificar que es lo que trata de condicionar, ¿acciones humanas? ¿comportamientos
poco responsables? La respuesta es muy simple, no condiciona nada, en tanto se ha abusado del
incumplimiento de la norma que su inaplicación pasa por ser meramente una anécdotica. El régimen
del 1978 ha finalizado.
Desde nuestro enclave, laxo de actividad política y social que cada vez más se asemeja a una
necrópolis, se encuentran las gentes de nuestra querida y amada Granada, viviendo de los réditos de
épocas remotas, los cuales se disuelven como azucarillo en agua tibia.
Liquidado el régimen del 78, como el azucarillo Granadino, llegarán momentos cruciales, por los
cuales el fortalecimiento de nuestra sociedad debe quedar de manifiesto hasta los confines del hartazgo
en el contrario, vistos los antecedentes, sólo procediendo con la fórmula magistral podrá evitarse la
inanición de Granada en el panorama configurador de lo que inevitablemente, será la creación de un
nuevo marco constitucional dentro del nuevo estado de derecho.
Pablo Fernández
Secretario Jurídico de Más Granada