12 de noviembre de 2019. Las primeras reacciones de la resaca electoral de estos comicios empiezan a normalizarse, y sus víctimas, a recomponerse y adaptarse. Como viene siendo costumbre desde hace unos
cuatro años, el voto líquido se ha ido asentando con firmeza en nuestra sociedad con cierta fuerza. Ha habido bastantes cambios y un respetable desplazamiento del voto en algunos casos.
La investidura, y no digamos una duradera estabilidad de gobierno, se halla en unas circunstancias bastante comprometidas. Los partidos con mejores resultados deben sentarse con otras opciones políticas, y ceder
a exigencias de estos posibles y futuribles socios. Entre estos posibles socios nunca faltan una amplia variedad de partidos regionalistas y provinciales.
Son cántabros, canarios, vascos, catalanes, gallegos, navarros, y ahora los turolenses, los que, con agudeza y olfato, se predisponen a facilitar una investidura a cambio de mejoras en su tierra. Mejoras que se traducen en trenes, carreteras, lotes de millones en algunos casos, mejor sanidad, mejores servicios, mejores calles, más museos, más centros culturales…
La sociedad de nuestra provincia ha premiado bien a sus clásicos políticos, pero éstos no se están portando bien con sus electores. Ceden a Madrid y a Sevilla lo que haga falta, con tal de que las promesas de nuestra
tierra lleguen cuando les sea de interés, o no lleguen sino interesan. Porque ya no somos ingenuos como hace cuarenta años y ya sabemos cómo se las arreglan nuestros representantes. La gente ha clamado al cielo durante años por la falta de escucha, pero da la sensación de que no se actúa en consecuencia ante las urnas, y al final votamos opciones que asfaltan carreteras en Vizcaya y construyen ferrocarriles en Santander, pero que
muy despacio aparentan devolvernos el favor.
A lo que urge sinceramente preguntarse: ¿Granada Existe? ¿Granada existe para los políticos? ¿Granada existe para los granadinos?
Un pueblo como Teruel ha logrado dar un golpe en la mesa y hacerse ver en nuestro parlamento nacional. Nosotros no, y la voluntad popular parece predisponer el futuro de nuestra provincia al servicio de ese
desagradable monosílabo.
Con la pretensión de hacer este escrito breve y conciso, éste se termina en tres simples preguntas:
¿Acaso tenemos menos población, menos historia, menos futuro, menos cultura que Teruel como para no plantear una opción realista para nuestra provincia y no el autoengaño actual?
¿Acaso tenemos menos recursos que Teruel como para no potenciarlos con dinero estatal y lograr competitividad por primera vez en trescientos años?
Cuándo no quedan argumentos para no votar por Granada, ¿Recapacitamos y actuamos en consecuencia, o dejamos paso a una autodestrucción de lo nuestro en cámara lenta?
Decida lo que se decida, luego no vale llorar.
Fdo. Antonio Checa